viernes, 20 de septiembre de 2013

Cogollos rellenos de Queso

Creo que los que realmente me conocen saben que lo que más me gusta es sorprender con recetas que aparenten ser las más complejas del mundo. Me encanta ver la cara de la gente cuando les enseño mis platos y piensan que detrás hay un trabajo laborioso. Después les explico cómo se elabora, y ven que tampoco es tan difícil. Sólo con un poco de interés y cuidado también pueden llevar a cavo mis recetas.

Una de esas recetas son Los cogollos rellenos de queso: en su apariencia una dificultad extrema, pero en su realidad solo es un poco de paciencia.

No hace falta coger los cogollos más hermosos que veamos, porque únicamente se utilizan las hojas internas. El resto las podemos aprovechar para hacer una ensalada de esas que llevan un par de ingredientes y nos saben tan ricas, y de las cuales yo soy súper fan.

Lo primero que hay que hacer es desmontar los cogollos, al igual que solemos hacer con algunos aparatos, creyendo ingenuamente que después quedarán igual. Al final siempre sobra algún tornillo. Pero esta vez no hay tornillos, hay hojas de lechuga, mucho mejor, dónde va a parar. Después tenemos que limpiar y secar  las hojas muy bien.
Aparte, necesitamos una cuña de queso sin importar el tipo de queso. Sí es verdad que cuanto más mantecoso sea mucho más maleable nos será a la hora de rellenar las hojas. Tenemos que dejar el queso a temperatura ambiente un buen rato, hasta que esté blando, muy blando. Podemos dejarlo al lado del fuego, ponerlo al sol como si de un poto se tratase o usar el microondas en modo "descongelar".
Una vez tengamos todo listo debemos untar un poco del queso en cada hoja, empezando por el "troncho" central y continuando con el resto de hojas, de más pequeñas a más grandes, es decir, hay que reconstruirlo.

Cuando veamos que el cogollo ya tiene un tamaño considerable, lo envolvemos bien fuerte en papel film  y lo dejamos reposar en la nevera durante un par de horas. 
A veces la dificultad solo está en nuestra mente. Hay que coger al toro por los cuernos, o por lo menos intentarlo. Nosotros mismos, nos daremos cuenta de que las cosas más complejas son en realidad las más sencillas.

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